El final del verano se acerca. Y ya se respira un poquito de nostalgia. Los días comienzan a acortarse. Las fotos de playa y piscina comienzan a dar paso a fotos de oficina. A algunos ya se les ha olvidado el olor a mar, y apuran los últimos planes antes de la vuelta al cole. Los padres, comenzamos a planificar nuestro curso escolar, porque con su llegada, la conciliación será un “poquito” más fácil. Las rutinas poco a poco se van apoderando de nuestros días, y vamos dejando atrás ese caos veraniego en el que los horarios no existen. Y puedes estar desayunando a las 12, al lado de alguien que se está tomando una caña, y de fondo escuchar como otros preguntan por mesa para comer.
Las ciudades comienzan a cambiar sus escaparates, y sus colores. Dejamos los colores vivos y estridentes, para poco a poco, ir dando paso a unos más apagados, acordes a la nueva estación que está por venir.
Y es que somos muchos los que pensamos que los años deberían comenzar en septiembre, y acabar en junio. Y que el verano fuera un kit kat, un stand by en nuestras vidas, para reflexionar, para disfrutar, para hacer borrón y cuenta nueva, pero sobre todo para descansar.
Para planear todo lo bonito que nos depara el nuevo año y para dejar atrás todas las lágrimas derramadas y los malos momentos.
Pero la gran mayoría, ponéis todas vuestras expectativas en estos dos meses. Esperáis todo el año a que lleguen. Planeáis minuciosamente vuestras vacaciones.
Pero no nos engañemos, excepto algunas excepciones (que suerte tienen), a la mayoría nos toca trabajar, y conciliar se hace cuesta arriba, y perdemos horas de sueño para ganarle tiempo a los días. Y las siestas en la piscina o en el rio son nuestro mejor aliado. Y nos vamos una semana a la playa, y la exprimimos al máximo, y luego necesitamos otra semana para descansar del ritmo frenético de esos días.
Y nos reencontramos con familia y amigos, y los pueblos se convierten en la mejor opción, porque estos meses respiran vida.
Pero estos meses son solo dos, y pasan rápido. Y volvemos tristes y cabizbajos a nuestras rutinas, y nos cuesta encontrar nuevas emociones….Y nos apuntamos al gimnasio, a clases de inglés, de baile, aprendemos a cocinar, y nos volvemos adictos a un trabajo que ni siquiera nos gusta. Y dejamos que los días pasen, hasta que por fin llegue el próximo verano.
Pero lo verdaderamente triste, es que en ese ir y venir de deberes, perdemos un año precioso. Perdemos lo bonito de pasear en otoño, aunque tengas que ponerte una sudadera. De las cenas entre amigos los martes, aunque el miércoles por la mañana se te peguen las sábanas. Perdemos salir y saltar en los charcos en enero, aunque al llegar a casa tengas que darte una ducha calentita para entrar en calor.
Porque nuestra vida es mucho más que dos meses de verano. Es de ropa de todos los colores aunque las tendencias en moda se empeñen en vestirnos de gris en inviernos. Es de planes en el pueblo con tus amigos de siempre, aunque tenga que haber una chimenea de por medio. Es tomarte unas cañas a medio día, aunque después te tengas que ir a trabajar. Es cogerte días libres para disfrutar en familia.
Así que no dejéis que el verano se os escape entre las manos. No esperéis a que vuelva sentados en una silla incómoda delante de un ordenador. No deis paso al chocolate caliente y dejéis de comer helados.
Vive tu vida como si de uno de los mejores veranos de tu vida se tratara, y seréis felices. Porque alguien es infeliz en verano???
No dejéis que llegue el final del verano. Solo seguid adelante, con nuevas energías, con nuevas emociones, con nuevos proyectos y planes. Y esperad solo, que cuando llegue el próximo verano podáis descansar, de los meses tan felices, entretenidos, trabajados, viajados, que habéis tenido.
………..El final del verano nunca debería llegar.
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