Hace un año mirábamos la vida a través de las ventanas y balcones. Con miedo, incertidumbre y desesperación.
Hace un año nos confinaron y nos dijeron que era lo mejor. Y entonces nos quedamos en casa. Cerraron colegios, empresas y toda actividad no esencial. Frenaron nuestra vida en seco, sin explicaciones, porque no las había. Un virus maldito nos había robado nuestra libertad, y nuestra salud.
Aparecieron en nuestra vida las mascarillas y los geles hidroalcohólicos. Ir al supermercado se convirtió en toda una batalla épica. Si encontrabas papel higiénico tenías media guerra ganada. Y aprendimos a cocinar, hicimos deporte en casa, las manualidades eran el entretenimiento de los más pequeños, y las “birrallamadas” de los viernes con los colegas no podían faltar.
Todos nos aprendimos, sin excepción, la canción de resistiré, para salir a cantarla a voz en grito a las 8 al balcón, después de los 5 minutos de aplausos que cada día durante dos largos meses les dedicamos a nuestros sanitarios, nuestros héroes en aquel momento, los únicos que podían frenar esta locura. Los que lucharon a pecho descubierto, como les habían dejado los años de continuos recortes.
Pero el tiempo pasaba y las noticias no eran nada buenas. Empezaron a hablar de números, y se olvidaron de los nombres. Los peor parados nuestros mayores, aunque no se les tuvo muy en cuenta al principio, quizá porque a la mayoría ya les habíamos desahuciado antes de que llegara el virus. Esta es la bonita sociedad en la que vivimos. Dejamos morir en soledad a quien dio la vida por nosotros.
Entonces en el peor caos sanitario de los últimos tiempos, floreció la solidaridad de un pueblo (sin contar con su clase política, que seguía dando palos de ciego, sin bajarse el sueldo, y sin ofrecer ayudas reales). Un pueblo que comenzó a compartir su trabajo desinteresadamente. Creo que hubo un momento que en mi móvil había clases de yoga, zumba, libros, recetas de cocina, clases online…Y todo ello de manera gratuita y desinteresada.
Y si a través de internet comenzamos a compartir nuestra vida, la solidaridad, y la amistad vecinal no se quedó atrás. Nuestros vecinos se convirtieron en los mejores compañeros para una corta pero intensa conversación en cualquier momento del día.
Ya ha pasado un año de todo aquello y seguimos mirando la vida a través de la ventana, pero el miedo ha desaparecido. Lo hemos reemplazado por esperanza. Una esperanza que nos hace luchar cada día por nuestros negocios. Que nos ha obligado a reinventarnos y seguir adelante. Que nos hace hacer malabares cada día para poder conciliar y no tener que renunciar.
Un espíritu de lucha inquebrantable. O quizá simplemente es la vida, que cuando ya no tienes nada que perder te hace seguir hacia delante, sin más.
Sea como sea, seguimos luchando, y de vez en cuando escuchamos la canción de resistiré para recordar lo que hemos pasado. Porque ya sabéis que un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla.
Yo por mi parte no me quiero volver a quedar en casa, ni olvidar los abrazos ni los besos. Ya estamos viendo un pequeño rayo de luz, que nos acerca poco a poco al final de esta pesadilla. Pero de cerca nos sigue la amenaza de una cuarta ola. Seamos responsables, y aguantemos un poco más, podemos hacerlo. Siempre se puede aguantar un poco más, aunque las fuerzas estén en las últimas. Aunque el sol nos invite a salir y disfrutar. Aunque este 2021, este haciendo bueno al 2020 (y mira que era difícil). Porque la vida a través de la ventana, sin miedo, también se vive. Porque ahora podemos pasear, y trabajar. Porque no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor. Y porque la vida hay que vivirla en el presente. Y disfrutarla en el presente. Y entenderla y aceptarla en el presente.
Y nuestro presente ha cambiado. Lo habíamos pensado y soñado de manera muy distinta. Pero la realidad, es que este es nuestro presente. Con mascarillas, aforos, reuniones por videollamadas y quedadas íntimas, con los imprescindibles.
Disfruta y vive, no lo dejes pasar. Así cuando seamos viejecitos, y nos hayan desahuciado en una residencia de ancianos, y esto vuelve a ocurrir, tendremos experiencia, y podremos contar con una sonrisa, y la sabiduría de la vejez, como salimos de esta.
Porque lo más importante para mí en este momento es pensar “que aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie”.
Un año después miro la vida a través de mi ventana con más arrugas, mas canas, una sonrisa de oreja a oreja, y con la certeza de que seguiremos adelante, por muchos coronavirus malditos que lleguen a quitarnos la salud y la libertad……#RespirarVida
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